Diez años en huelga. En recuerdo de las trabajadoras de IKE

IKE extrabajadores.-gijon 11.5.2015
foto de p. citoula

 

Entre 1984 y 1994, las trabajadoras de la fábrica de camisas gijonesa Confecciones Gijón protagonizaron una durísima lucha laboral que no tiene parangón ni siquiera en un contexto tan conflictivo como la reconversión industrial asturiana. A lo largo de una década, se movilizaron sin descanso, enfrentándose a la policía, a los políticos y, en ocasiones, a sus propias familias y a otros sindicalistas. Durante los últimos cuatro años de lucha, permanecieron encerradas en su fábrica. Hace 14 años, desde Ladinamo editamos un bonito libro, coordinado por Carlos Prieto que, entre otras cosas, recogía los testimonios de aquellas trabajadoras. Se titulaba IKE. Retales de la reconversión: Trabajo femenino y conflicto social en la industria textil asturiana y lo puedes descargar aquí.

 

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Reproduzco aquí a continuación el breve prólogo que hice para aquel libro. Fue hace mucho y hoy expresaría algunas cosas de otra forma , pero he preferido dejarlo tal y como se publicó en su momento. 


 

El olor de los neumáticos quemados

 

«La verdad, la primera vez que fui a una de las concentraciones que convocaban las trabajadoras de IKE no sabía gran cosa acerca de aquella fábrica de camisas gijonesa, tan sólo que era otra empresa que cerraba en una época en la que eso no era noticia en Asturias. A modo de excusa debo aclarar que debió ser hacia 1989, que yo tenía quince años y que, en rigor, no sabía gran cosa acerca de nada. Así que ni siquiera podría decir si el resto de los que por allí rondaban se quedaron tan estupefactos como yo cuando aparecieron unas cuantas señoras vestidas con falda y tacones, bien maquilladas y con aquellos fascinantes peinados de los años ochenta; cargaban con un montón de neumáticos que procedieron a incendiar en medio de la carretera.

De lo único de lo que estoy seguro es de que aquellas mujeres me enseñaron una lección que nunca he olvidado: para iniciar una revuelta, para enfrentarse a los empresarios, a la policía, a los políticos y a los jueces no hace falta nada más que estar dispuesto a hacerlo. La mayoría de nosotros vivimos postergando continuamente la toma de aquellas decisiones que consideramos correctas: lo haríamos si tuviéramos un empleo estable, si fuéramos más fuertes, si no tuviéramos nada que perder… En ese sentido, es imprescindible aclarar que el mérito de las mujeres de IKE no fue proponer una forma de lucha sindical más o menos naif (algo así como: “La revolución llegará en tacones”). Más bien ofrecieron un ejemplo difícilmente superable de voluntad, constancia y valor, cualidades que les permitieron protagonizar acciones durísimas a lo largo de toda una década (1984- 1994) y soportar un alucinante encierro en su fábrica que se prolongó durante cuatro años. Nadie debería llamarse a engaño. Las trabajadoras de IKE no se limitaron a seguir los pasos de sus colegas varones en otros sectores industriales. Muy al contrario. La mayor parte de la Reconversión Industrial que marcó la década de los ochenta y condenó a Asturias a malvivir del sector terciario discurrió con una notable mesura fatalista. Los actos de resistencia –algunas movilizaciones en las cuencas mineras, alguna huelga general…– estuvieron muy limitados en el tiempo y fueron, antes que cualquier otra cosa, demostraciones de fuerza que permitieron a los grandes sindicatos reforzar su posición en la mesa de negociaciones en la que se firmó la prejubilación de los adultos y el destierro de los jóvenes. Ni siquiera uno de los pocos auténticos espacios de resistencia industrial que se ha mantenido a lo largo de los años –el sector naval– puede compararse con la batalla de IKE.

En primer lugar, las trabajadoras de IKE tuvieron que empezar desde el principio. Se trataba de una fábrica con muy escasa tradición sindical y en la que las relaciones de poder se articulaban a través de tupidas redes de dependencia personal. Muchas de las trabajadoras procedían de la zona rural asturiana de la que era oriundo el propietario de la empresa y tuvieron que realizar un considerable esfuerzo para asumir posiciones reivindicativas. Por eso, la historia de IKE es también la crónica de una auténtica transformación personal, de una toma de conciencia de las obreras de esta fábrica como trabajadoras y como mujeres. Pero, en segundo lugar, tampoco resulta fácil encontrar un parangón con las movilizaciones de IKE. Sin duda los empleados de los astilleros han organizado algunas de las mayores batallas campales que se han visto en Europa en los últimos tiempos. Sin duda las huelgas mineras asturianas generaron un sentimiento de simpatía que las aproximó al levantamiento popular. Nada de eso se puede comparar con la firmeza que permitió a las trabajadoras de IKE soportar una década de movilizaciones ininterrumpidas: desde asaltar un barco mercante hasta despertar a diario al presidente autonómico, desde encerrarse en embajadas extranjeras a conseguir un burro al que pasear en una manifestación con un cartel en el que se leía “Administración”, desde poner barricadas hasta crear un partido para presentarse a las elecciones municipales, desde utilizar agujas de coser de tamaño industrial para defenderse de los antidisturbios hasta organizar un sistema de convivencia que les permitió vivir cuatro años en una fábrica sin agua corriente ni calefacción.

Las cifras sobre el papel engañan. Cuatro años se pierden en un suspiro. Una década en un titular. Piense usted en lo que ha hecho en los últimos cuatro años. A continuación imagínese haber pasado todo ese tiempo viviendo en una fábrica destartalada, cada vez con menos apoyos, cada vez viendo más lejana la salida. No sé qué clase de personas son capaces de aguantar algo así pero las trabajadoras de IKE, o al menos algunas de ellas, lo hicieron. Esta asombrosa prolongación del conflicto hace más difícil su valoración. Los recuerdos se convierten inmediatamente en trazos impresionistas difíciles de reunir en un relato coherente: algunas fiestas de nochevieja en la fábrica, la organización de una tienda de camisas autogestionada para recaudar fondos, la polémica que generó la candidatura de las trabajadoras a las elecciones municipales, la Plaza del Ayuntamiento de Gijón llena de antidisturbios con perros policía durante una manifestación… ¿Concluyó la lucha de IKE con una victoria o con una derrota? ¿Qué recibieron estas mujeres? ¿Apoyo y solidaridad o indiferencia y traición? Probablemente un poco de todo. El problema, en parte, es que a lo largo de veinte años las cosas han cambiado mucho y lo que en 1984 hubiese sido un fracaso, en 1993 era casi una victoria y la solidaridad que hace dos décadas hubiera parecido un chiste, hoy más bien sería un milagro.

Además, sería sumamente injusto considerar la lucha de IKE sólo en términos de heroísmo y condenar a sus protagonistas a los sinsabores del recuerdo y el homenaje. En realidad, estas mujeres nos han legado un auténtico manual de instrucciones para actuar en el nuevo (y a la vez tan antiguo) capitalismo global de las empresas de trabajo temporal y los contratos por obra. La situación de desmovilización que caracterizaba su fábrica y la discriminación que sufrían como mujeres constituye una especie de anticipo del ambiente que hoy se ha extendido a todo el mercado laboral. Estas mujeres, como ellas mismas señalaron a menudo, vieron ante sus ojos el fin del trabajo estable al que habían dedicado su vida a cambio de una miseria y el inicio de la miseria sin más, vivieron en sus propias carnes el fin de un modo de vida articulado en torno al taller y fueron lanzadas a las procelosas aguas de un nuevo y feroz mercado laboral en el que siempre acecha el peligro de la marginalidad… De algún modo la habilidad de las trabajadoras de IKE para concienciarse y organizarse en apenas unos meses y luchar durante años nos da esperanzas a quienes padecemos el nuevo infierno laboral. Al oírlas hablar uno casi vuelve a percibir el olor de los neumáticos ardiendo».

 

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