Los dilemas de la enseñanza pública: más allá de los recortes

Uno de los efectos más perniciosos de los ataques neoliberales a la educación pública es que ha generado entre el profesorado una dinámica reactiva de atrincheramiento corporativo. De modo que cualquier diagnóstico de los dilemas de la enseñanza pública es interpretado en términos de complicidad con la privatización.

En España el porcentaje del PIB destinado a educación ha pasado del 5,1 al 3,8%. Tenemos pocos profesores, mal pagados, en situaciones laborales precarias –más del 25% son interinos–, con gran cantidad de tareas que atender, abrumados por la irracionalidad burocrática y obligados a atender a familias y alumnos que atraviesan situaciones económicas y sociales muy difíciles. Todo ello es cierto y cualquier análisis que lo olvide estará inevitablemente sesgado. Ahora bien, los desafíos de la educación pública no se limitan, ni por lo más remoto, a la falta de financiación. En todos los tramos de la educación se da una manifiesta desmotivación de una parte del profesorado y fallos garrafales en los sistemas de reclutamiento y evaluación, en el aprendizaje y el uso de herramientas pedagógicas o en las estrategias para implicar a las familias en la creación de una comunidad educativa digna de tal nombre.

Obviamente esta es una generalización injusta. En primer lugar, porque se va acentuando a lo largo del trayecto educativo: las cosas funcionan mucho mejor en las escuelas infantiles y en primaria que en secundaria o en la universidad. En segundo lugar, porque existen en nuestro país experiencias realmente asombrosas de innovación pedagógica en la educación pública, muchas de ellas con el mérito añadido de desarrollarse en entornos sociales muy difíciles. El problema es que son experiencias heroicas basadas en la entrega de profesores extraordinarios que, por eso mismo, no tienen ninguna posibilidad de generalizarse, normalizarse e implantarse institucionalmente.

Lo característico de la docencia en la educación pública española no es tanto que los profesores lo hagamos mal como que da igual que lo hagamos bien o mal. Como profesor universitario no dejará de sorprenderme que ningún miembro de la administración –ni en el momento de mi contratación ni posteriormente– me haya observado impartir clase, o sea, el trabajo por el que me pagan. En todos los tramos de la enseñanza los profesores tóxicos, realmente irrecuperables, son una pequeña minoría, pero tienen la seguridad de que su puesto de trabajo no peligra. En realidad, es mucho más grave el efecto de esta indiferencia sobre los buenos profesores, que sienten que no hay el menor reconocimiento institucional a su esfuerzo, al contrario, a menudo perciben más bien hostilidad.

Me molesta profundamente reconocerlo, pero todo indica que en la educación concertada esto ocurre en menor medida. El miedo al despido de los profesores de la enseñanza concertada genera una orientación al cliente que finalmente se traduce en algo parecido a una orientación al alumno, tal vez epidérmica pero real. Por eso en una parte significativa de los colegios concertados –no sólo los laicos– se emplean técnicas pedagógicas más ricas, los profesores están más concienciados de su propia formación profesional y las familias están más implicadas en la vida del centro. Es una descripción, de nuevo, muy antipática y sesgada pero creo que se aproxima bastante a la realidad o, al menos, ayuda a señalar un problema real. Desde luego, la motivación basada en el temor a perder el empleo es infinitamente peor que la motivación intrínseca relacionada con la vocación profesional y la lealtad institucional, pero seguramente es mejor que ninguna motivación.

Lo que quiero decir es que desde la izquierda no hemos podido, ni sabido ni querido disputar el debate sobre la renovación pedagógica y los procesos de selección de los profesores y la evaluación durante la carrera docente. La derecha se ha apropiado de él y lo ha deformado hasta convertirlo en un infierno mercantilizador, en un purgatorio meritocrático o, en el mejor de los casos, en un delirio de innovación educativa lisérgica llena de post-its de colorines, flipped clasrooms y toneladas de dispositivos digitales. Nos hemos atrincherado en la idea de que todo está bien y sólo necesitamos más dinero. O bien de que todo está mal pero que sólo se podrá empezar a solucionar cuando haya más dinero. Es una estrategia políticamente suicida.

La derecha ha sabido construir un proyecto educativo capaz de interpelar a una mayoría social a partir de dos ingredientes básicos. En primer lugar, la retórica de la excelencia. Frente al antiguo énfasis en la universalidad, el valor dominante en la ideología educativa contemporánea es la calidad, que se desarrolla a través de la innovación educativa y el desarrollo de habilidades apreciadas por el mercado, sobre todo, tecnologías e idiomas. En el fondo, es un mecanismo de emulación de las clases altas, un sucedáneo low cost de los mecanismos de distinción educativa de las élites. El segundo ingrediente del proyecto pedagógico dominante es la aconflictividad. La educación se presenta como un mecanismo de mejora social consensual, que no exige enfrentamientos entre grupos sociales: no hay conflicto entre el Colegio Estudio y los centros públicos de Villaverde, todos estamos en el mismo barco de la innovación y la igualdad de oportunidades.

La aceptación popular de este programa ha redefinido completamente el campo pedagógico y ha paralizado a la izquierda educativa. Cuando viene alguien que no ha pisado un aula en su vida a hablarme de gamificación e innovación docente infantilizadora me subo por las paredes, como muchos de mis compañeros. Pero, seamos honestos, ¿qué soluciones alternativas ofrecemos a los problemas que explotan los profetas de la excelencia?¿Relatos de realismo social a lo Tavernier sobre lo que pasa de verdad en las aulas? ¿Recuerdos de las maestras de la República?

La verdad es que no tenemos ninguna propuesta consensuada o al menos ampliamente compartida de procedimientos de selección, formación y evaluación del profesorado eficaces distintos de los que proponen los conservadores, como si la figura del funcionariado napoleónico fuera nuestro único horizonte normativo. No hemos sido capaces de diseñar un modelo eficaz de carrera docente regido por principios igualitaristas y cooperativos antes que meritocráticos y autoritarios. No tenemos un modelo de gestión y supervisión que permita a directores e inspectores hacer su trabajo rindiendo cuentas de forma periódica y transparente ante una comunidad educativa que avale, o no, su autoridad. No disponemos de una propuesta para interpelar a familias y estudiantes en términos cooperativos, superando tanto el paternalismo burocrático como las relaciones basadas en la sospecha permanente.

Nada de ello es ciencia ficción. En buena medida, los programas de innovación docente centrados en la excelencia se han elaborado saqueando y desfigurando las propuestas de  movimientos de renovación pedagógica que fueron la seña distintiva de la izquierda educativa hasta no hace tanto. Existen experiencias exitosas de grupos de estudio autoorganizados por parte de los estudiantes y familias como alternativa a las clases particulares privadas y la avalancha de deberes. Hay métodos razonables de evaluación no jerárquica: por ejemplo, los profesores podemos visitar regularmente las clases de nuestros colegas y dedicar algún tiempo a discutir y poner en común lo que hemos observado. Los estudiantes y las familias podrían participar –al menos como observadores– en los procesos de selección y evaluación… Y, sí, necesitamos también algún mecanismo justo, garantista y prudente para apartar de la docencia a un puñado de profesores catastróficos que carecen de cualquier tipo de habilidad docente o incluso de interés en la enseñanza.

 

9 comentarios en “Los dilemas de la enseñanza pública: más allá de los recortes

  1. » las cosas funcionan mucho mejor en las escuelas infantiles y en primaria que en secundaria o en la universidad»
    Eso es porque los profesores tienen algo de formacion para la enseñanza en primaria, mala formacion para secundaria y nula formacion para universidad. Cada vez va siendo peor la calidad en la enseñanza que tiene el profesorado, alcanzando el maximo de incompetencia en la universidad (a eso hay que sumarle la endogamia/corrupcion interna, que los alumnos no son los que toman las decisiones de si mantienen a ese profesor dando clase en lo publico y que la opinion de los alumnos sobre la calidad de enseñanza del profesor no es la que hace subir/bajar el sueldo con dinero publico [+ el que aporta el propio alumno] que recibe ese profesor).

    Eso tambien explica el porque en la publica se pueden hacer aberraciones como el «flipped clasrooms» (basicamente abandonar la profesion de enseñar) y a un profesor privado de los que van a casa de los alumnos a enseñar de verdad, le echan si hace un «flipped clasrooms» (y tiene problemas para hasta para cobrar el primer dia, si se le pasa por la cabeza dejar de enseñar y de trabajar, pasandole sus tareas de docente al alumno y haciendo dejacion de funciones, a ver si asi el alumno aprende cosas por generacion expontanea o autodidacticamente perdiendo infinidad tiempo, esfuerzo y dinero miserablemente para nada).

  2. Algo tb tendrá que ver la LOMCE,… la autonomía de centros, pero con cuentas que rendir, al final la culpa es de los centros que para eso son autónomos,… Creo q los docentes tienen su poder de cambiar la pedagogía, pero claro eso conlleva mucho trabajo, es más fácil tirar de libro. Los docentes de la concertada y la privada pues trabajarán sobre lo que les dicten sus jefes, les parezca bien o mal. Al final para una buena educación, excelente o de calidad, o como la quieran llamar lo que hace falta es vocación e implicación de las familias, difícil en los tiempos que corremos.

  3. Pues pónganse a la tarea , jóvenes, q ya es su tiempo, pronto se os pasará.
    No estoy nada de acuerdo con la tan positiva valoración de la privada.concertada.
    La selección, directa o indirecta, del alumnado es clave. Decir q se forman más los maestros es una fantasía increíble. Puedes buscar información sobre el CP de Tremañes, en Gijón, sin ir más lejos. Metodología, compromiso , proyectos de centro… Otros? Escuelas rurales agrupadas, con recursos y una calidad enorme. No sé en Madrid, décadas de PPdejan huella x mucho tiempo. La Lomce supone un retroceso increíble. Habría q haber paralizado su aplicación…No generalices a partir de centros urbanos, del centro, Es injusto para la Pública. En cualquier caso a vuestra generación corresponde la tarea, como padres y como enseñantes, ánimo.

  4. «la enseñanza concertada genera una orientación al cliente que se traduce en una orientación al alumno..usan técnicas pedagógicas más ricas, los profesores están más concienciados las familias más implicadas» Leer para creer. ¿La izquierda recordando que la mano invisible también actúa en la educación? Debe ser verdad teniendo en cuenta que enmarca ese párrafo con la profunda molestia que dice sentir al describir esta realidad. Ver como el mundo que te rodea contradice la manera de mirar que más le gusta a uno es sin duda siempre molesto (profundamente o no, eso ya depende de cada cual)

    Usted pide un igualitarismo con las ventajas de la meritocracia. Puestos a pedir cosas irrealizables, apunta más alto quien pide la excelencia para todos por igual. Este es otro de los problemas de la izquierda que tampoco ha sabido superar: incluso cuando pide el paraíso, este es peor que el de la derecha.

  5. Me parece un post valiente, con cuyos argumentos centrales estoy de acuerdo. Mi experiencia como profesor universitario desde hace casi un par de décadas me ha llevado a reflexiones parecidas, aunque tengo menos esperanzas en las alternativas que el autor propone, con más desaliento que convicción, me parece.
    Entiendo menos el que califique de delirio los post-it de colores y la clase invertida o _flipped classroom_. Una propuesta educativa que me parece de enorme interés (también político), el Lernen durch Lehren, no está lejos de este enfoque. Y el movimiento de _redesign everything_, un poco adanista, es verdad (pero ese es en parte su atractivo), con sus post-it en las paredes en los que se anotan y categoriza lo que dicen *todos* los interesados sobre la cosa rediseñada (en este caso, la educación) no me parece precisamente el vector de transformación de la universidad actual. Ojalá.
    En todo caso, son desacuerdos menores ante un texto lúcido y valioso.

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  7. Muy interesante. No soy docente, pero sobre las etapas universitarias, lo que si vería es la aplicación de garantismo en la realización de exámenes, el mismo que existe para cualquier oposición: reglas claras, reglamento a disposición del alumnado, fin de paternalismo y conciencia de derechos de reclamación.
    Se pierde a veces la conciencia de que al final, la obtención del título es un procedimiento administrativo, en el que se produce una adquisición de saberes, pero también hay una sujeción de derechos y deberes. Tal vez desburocratizar y dar luz a la estructura mercantilizada universitaria comience por esta cuestión elemental de conciencia de procedimiento: los últimos masters-regalo a Casado, Montón y Cifuentes son un claro ejemplo.

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