La especulación inmobiliaria entendida como una de las bellas artes

En la sala de lectura de la biblioteca que frecuento, la gente se coloca en las mesas siguiendo un patrón regular. Primero se ocupan los puestos más cercanos a las paredes y sólo al final, si no queda más remedio, los lectores se sientan en las mesas del centro de la sala. La razón es un lucernario infernal que en cuestión de minutos te deja al borde de la fotofobia y chorreando sudor. Es un fenómeno habitual en numerosas edificaciones recientes, aparentemente inspiradas en un catálogo de peceras. A veces tengo la impresión de que alguien se ha hecho el lío con los planos y se ha dedicado a construir edificios pensados para Finlandia en lugares con trescientos días de sol al año.

Mi ejemplo favorito es un monstruo de cristal sin ventanas y orientado al sur frente al puerto de Málaga. Los trabajadores que lo ocupan tapan con papeles, pósters, planos y telas las cristaleras de sus oficinas para intentar resguardarse de la luz del sol. Sería un edificio más si no fuera porque se trata de la gerencia de urbanismo de la ciudad. Así que, en cierto sentido, es una escultura a la burbuja inmobiliaria en el epicentro del terremoto especulativo español. 

O no en cierto sentido, sino en un sentido muy literal. Los arquitectos han hecho un esfuerzo titánico por acercar sus obras al mundo del arte.. Sigue leyendo en eldiario.es

Mejor libro de ensayo del año, según los lectores de El País

En 1982 Clint Eastwood dirigió Firefox, una película en la que interpreta a un piloto estadounidense embarcado en una arriesgada misión de espionaje industrial. Los soviéticos han construido un avión de combate increíblemente sofisticado. Al ejército norteamericano, incapaz de competir con semejante tecnología, no se le ocurre nada mejor que robar el prototipo de una base militar rusa. En los años salvajes del neoliberalismo, el socialismo real era considerado como un sistema tecnológicamente muy avanzado y, por eso, autoritario y coercitivo. El mercado libre era analógico, orgánico, personal. El socialismo técnico, frío, colectivo. En 1989 las tornas cambiaron. Los ciborgs se volvieron emancipadores. Los ordenadores se hicieron cálidos y sociales.

En realidad, en Sociofobia quería escribir sobre la idea de fraternidad, no sobre las tecnologías de la comunicación. Siguiendo una idea de Antoni Domènech, me preguntaba por la diferente suerte que han corrido los valores del lema revolucionario que atraviesa la modernidad: libertad, igualdad y fraternidad.

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George Saunders con los perdedores del capitalismo

George Saunders es el gran escritor de los perdedores del capitalismo contemporáneo. Sus cuentos son excesivos, raros, violentos, divertidos y alucinados. Por eso mismo resultan iluminadores de este delirio colectivo al que llamamos normalidad. En sus mejores momentos Saunders se acerca a la ciencia ficción y escribe sobre un futuro cercano donde los presos son obligados a participar en experimentos clínicos extremos de psicología cognitiva, hay trabajadores octogenarios que limpian un parque temático cuya principal atracción es una vaca con estómago de plexiglás, aparecen mutantes condenados a la esclavitud mientras los zombies promueven el empoderamiento y el cambio social…

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