Gloria Fuertes canta a la PAH

No perdamos el tiempo

Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando…
¿Qué importancia tiene todo eso,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna? Sigue leyendo

Sólo un ni-ni puede aún salvarnos

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El listón está alto, pero tal vez una de las modas sociológicas más irritantes de las últimas décadas haya sido la popularización del concepto de “exclusión social”. Al menos en sus versiones institucionales, consiste en entender la desigualdad social como una lista de invitados incompleta. Añadir a más gente puede ser difícil –hay que encontrarlos, prestarles un traje y convencer a los invitados más esnob de que no van a robar la cubertería– pero no entraña ningún conflicto sistemático. Si en la lista no aparece tu nombre, pues te añaden y ya está.

Es una doctrina teórica y empíricamente endeble. Fue inservible para dar cuenta de como se gestaba la crisis económica, y sus aplicaciones cuantitativas más exigentes tienen la capacidad informativa del horóscopo del Yo Dona. Pero, por encima de todo, es políticamente muy conservadora. Su moraleja es, aproximadamente, que las sociedades ricas tienen tal grandeza moral que incluso la chusma puede llegar a participar en la fiesta de la democracia.

La tradición política emancipatoria planteó exactamente lo contrario. Los perdedores del capitalismo son agentes privilegiados del cambio social. Son los únicos que están en condiciones de impulsar algunos cambios políticos que beneficiarían a todo el mundo, pero que ningún otro grupo puede defender porque están atrapados en sus intereses particulares cortoplacistas. Sigue leyendo

Que se vaya la mafia, por Manuel Azaña

“España es un país gobernado tradicionalmente por caciques. En esencia, el caciquismo es una suplantación de la soberanía, ya sea que al ciudadano se le nieguen sus derechos naturales, para mantenerlo legalmente en tutela, ya que, inscritos en la Constitución tales derechos, una minoría de caciques los usurpe, y sin destruir la apariencia del régimen establecido, erija un poder fraudulento, efectivo y omnímodo, aunque extralegal. En ambos casos, la injuria contra la personalidad humana es la misma. El pueblo, única fuente de la autoridad, que siempre ha de ejercerse por delegación de la mayoría, pierde toda participación eficaz en el gobierno. La oligarquía, como sistema, y el caciquismo, como instrumento –exclusión de la voluntad de los más–, son anteriores al régimen constitucional y al sufragio y han persistido con ellos; la oligarquía fue nobiliaria y territorial; hoy es burguesa y, en su núcleo más recio y temible, capitalista, aborto de la gran industria y la finanza. El cacique local, ejecutor de las arbitrariedades y defensor de los intereses de la clase a quien sirve, no ha variado apenas de fisonomía ni de sentimientos”.

Extraído de “Caciquismo y democracia”, en Manuel Azaña, Plumas y palabras, Barcelona, Crítica, 1976

«Habría que procesar a los jerarcas democristianos» (Pasolini en 1975)

«(…) Todo el mundo político italiano estaba y sigue estando sustancialmente dispuesto a aceptar la continuidad del poder democristiano: a aceptarlo bien con «sobrenatural» confianza disfrazada de seriedad profesional, bien con desdeñosa satisfacción.  Pero cuando se sepa, o, mejor, cuando se diga toda la verdad del poder de estos años también quedará clara la demencia de los comentaristas políticos italianos y de las élites cultas de Italia. Y, por consiguiente, su complicidad. Sigue leyendo

En defensa del determinismo tecnológico

1. Imagine que participa como delegado en una asamblea popular mundial postcapitalista. El único punto del día es la toma de decisiones acerca de las políticas tecnológicas urgentes para mejorar rápidamente la situación de los mil millones de personas más pobres del mundo. Seguramente las resoluciones de esa sesión no tendrían que ver con nanotecnología sino con letrinas. Históricamente, la tecnología que ha tenido efectos más explosivos en el incremento de la esperanza de vida y la reducción de la mortalidad infantil ha sido el alcantarillado, muy por encima de cualquier innovación biomédica. La recombinación genética y los robotitos son muy cool, pero sirven de poco si vives enterrado en tu propia mierda. Sigue leyendo

Ivan Illich sobre la «sociedad del conocimiento» en 1973

«Colocado en contacto con miles de sistemas, colocado en sus terminales, el hombre de las ciudades sabe servirse del teléfono y de la televisión, pero no sabe cómo funcionan. La adquisición espontánea del saber está confinada a los mecanismos de ajuste a un confort masificado. El hombre de las ciudades cada vez tiene menos posibilidad de hacer las cosas a su antojo. Hacer la corte, la comida y el amor se convierten en materia docente. Desviado por y hacia la educación, el equilibrio del saber se degrada. La gente aprende lo que se le ha enseñado, pero ya no sabe por sí misma. Siente la necesidad de ser educada. El saber es pues un bien, y como todo bien puesto en el mercado, está sujeto a la escasez. Ocultar la naturaleza de esta escasez, es la función bastante costosa de una educación multiforme. La educación es la preparación programada para la ‘vida activa’, a través de la ingurgitación (engullir, tragar) de instrucciones masivas y estandarizadas, producidas por la escuela. Sigue leyendo

ctrl+alt+supr: la jubilación de las ciencias sociales

220px-Skinner_teaching_machine_01La urgencia de la libertad, de Erri de  Luca, es un bonito comentario del capítulo 25 del Levítico, donde se habla del jubileo hebreo. El jubileo era una especie de reseteo social. Cada cincuenta años se liberaba a los esclavos, se devolvían las propiedades adquiridas, se dejaba a los animales en libertad  y se renunciaba a la agricultura, viviendo de la recolección. Seguramente distintas formas de jubileo eran comunes en Mesopotamia  y algunas sociedades mediterráneas e implicaban, por ejemplo, una condonación general de las deudas.

Erri de Luca interpreta el jubileo como una forma de liberación que “nos enseña que no hay propietarios de nada. Que el régimen legal  que hace decir ‘esto es mío’ constituye un abuso de confianza (…) Era una legislación para un habitante del mundo que sabía ser un inquilino, un invitado y no un cacique.” Sigue leyendo